Se acabaron los campos de entrenamiento y es hora de ponerse manos a la obra. El volumen de las comparaciones y los insultos están ahora a todo volumen, porque es la semana de la lucha. Volvamos atrás en el tiempo y repasemos algunos de los combates más épicos del Día de la Independencia de México de los últimos 30 años.
Óscar De La Hoya contra Fernando Vargas fue algo más que un combate: fue una pelea de rencor basada en años de animosidad. El 14 de septiembre de 2002, durante el fin de semana del Día de la Independencia de México, estas dos estrellas mexicano-americanas se enfrentaron en uno de los combates más personales e intensos que el deporte había visto jamás. La combinación de mala sangre y excelencia boxística hizo de este combate uno para la posteridad.
Años de tensión
La hostilidad entre De La Hoya y Vargas llevaba años cociéndose a fuego lento. De La Hoya, el chico de oro del boxeo, llevaba casi una década en la cima de este deporte.
Su imagen limpia y su atractivo crossover le convirtieron en una estrella, pero no todo el mundo era fan suyo. A Vargas, una estrella en ascenso con una educación dura, le molestaba la popularidad de De La Hoya y pensaba que él era más auténtico como representante de la herencia mexicana.
Durante años, Vargas había llamado la atención a De La Hoya, alegando que el púgil mayor le había esquivado. Cuando por fin se celebró el combate, quedó claro que no se trataba sólo de una competición por los cinturones, sino de una batalla por el respeto.
Los preparativos fueron acalorados, y ambos luchadores intercambiaron duras palabras, lo que alimentó aún más la idea de que se trataba de algo personal.
Un asunto brutal
La noche del combate, el ambiente en el Mandalay Bay Events Center de Las Vegas era eléctrico. Los aficionados habían estado esperando este momento, y no quedaron decepcionados. Desde el pitido inicial, el combate fue tan intenso como todos habían previsto.
Vargas, conocido por su estilo agresivo, salió con fuerza en los primeros asaltos. Presionó a De La Hoya sin descanso, asestando golpes potentes e intentando intimidar a su oponente. Parecía que la potencia y la agresividad de Vargas podrían abrumar a De La Hoya.
De La Hoya, con su experiencia y brillantez táctica, mantuvo la compostura. A medida que avanzaba el combate, empezó a tomar el control, utilizando sus superiores habilidades boxísticas para superar a Vargas.
En los últimos asaltos, la precisión de De La Hoya empezó a desgastar a Vargas. El punto de inflexión llegó en el 10º asalto, cuando De La Hoya conectó un devastador gancho de izquierda que envió a Vargas a la lona.
Aunque Vargas consiguió levantarse, De La Hoya no tardó en asestarle un aluvión de golpes, lo que obligó al árbitro a detener el combate en el undécimo asalto. Fue un final dramático para un combate que había cautivado al mundo del boxeo.
Imprimir dinero de pago por visión
El combate fue un gran éxito económico, con 935.000 compras de pago por visión y unos ingresos de más de 50 millones de dólares.
El poder estelar de De La Hoya y la animadversión personal entre los púgiles, hicieron de éste uno de los mayores acontecimientos boxísticos de principios de la década de 2000.
La recaudación en directo fue de 8,5 millones de dólares, lo que demuestra una vez más el poder de atracción del fin de semana del Día de la Independencia mexicano.
El orgullo mexicano a flor de piel
Para De La Hoya, la victoria fue una dulce venganza. No sólo defendió su título de peso superwélter del CMB, sino que también silenció a su crítico más acérrimo.
La victoria consolidó su estatus como uno de los mejores luchadores de su generación y demostró su capacidad para enfrentarse a los retos más agresivos.
Para Vargas, a pesar de la derrota, su reputación de guerrero no hizo más que aumentar. Había dado a De La Hoya uno de los combates más duros de su carrera y había demostrado que pertenecía al gran escenario.
Aunque nunca llegó a alcanzar la fama de De La Hoya, Vargas se ganó el respeto de los aficionados al boxeo de todo el mundo por su corazón y determinación.
Campana final
El combate no sólo fue un choque entre dos luchadores de élite, sino también una celebración del orgullo mexicano. Como ambos luchadores representaban a comunidades mexicano-americanas, el combate tuvo un significado especial para los aficionados que celebraban el Día de la Independencia de México.
El estadio abarrotado, la tensión en el aire y el emocionante combate en sí contribuyeron a la rica tradición de combates emblemáticos de este fin de semana festivo.